Cai

Cai, en tus ojos entornados, oscuros, lejanos, distantes uno Almina, el otro Tánger, nariz aguileña la hilera de casas blancas de Ceuta. Abierto el labio de fina arena en esa orilla de africano mediterráneo, sonrisa blanca de espuma, moribundo Atlántico entremezclado en una boca profunda, saliva salada que por la comisura resbala. Barbilla rocosa y el cuello firme, vertical abismo peninsular donde dejar colgando un faro, que se pose entre los picos de un pecho lozano, alto, y al descender un vientre plano árido, por el que el viento se entretiene haciendo remolinos, trazando un surco a modo de ombligo sereno: Algeciras, antesala de una senda prohibida y frondosa: El Parque Natural de Los Alcornocales, y siguiendo sus muslos de asfalto, largas piernas separadas, una a Sevilla y otra a Málaga. Cai cayendo el sol que te baña, dejo atrás tu lindo cuerpo de mujer mestiza y morena, tu olor a flores y a mar, tu melodía, tus entresijos convertidos en filigranas, tus invisibles fronteras, dejo que el destino sea quien de nuevo a ti me traiga.