Va a hacer dos años que llenaste un hueco, profundo, rotundo;
con tu presencia lo cerraste hermético, llenándolo por completo.
Va a hacer un mes que, sin querer saber, desde la inconsciencia, esa nebulosa azul oscuro que a veces a todos nos envuelve, te evaporaste, tú...mi dulce pequeña.
Ha vuelto el hueco, en el que resuenan los ecos de los lamentos, en el que caen las lágrimas pero no hay fondo, el hueco vacío que no se desborda porque no se llena, porque has sido y eres irremplazable.
Te sueño despierta, y te echo de menos dormida, en mis manos meciendo el aire, con la pena subiendo desde bien adentro a la piel erizada y al cerebro que retumba. Me niego a creerlo, no puedo haberte perdido, no para siempre...
Es fácil ponerme la careta. Las gomas elásticas de las apariencias, siempre están dispuestas a ceder, una vez y otra, incesantemente, las veces que haga falta. Pero bajo la máscara... bajo la piel pálida y acartonada, sé que mis ojos sobre dos curvas moradas, han perdido brillo, al tiempo que una nueva estrella resplandece en el cielo.
Untada de cal y arena me pregunto qué es lo que me ha venido ahora. Demasiada mezcla espesa sobre una espalda dolorida. Demasiada carga tu pérdida...demasiado duro el dolor de no sentir el calor de tu pelo rozando mis piernas.
Mi dulce pequeña, ¿qué puedo decirte? ¿Podrás escucharme allá donde estés?...
Otro hueco que ha dejado un agujero que traspasa del pecho a la espalda por mi flanco izquierdo, por el que los latidos sordos se van perdiendo, yo que quise que el compás de mi corazón fuera tu eterna nana, y el silencio del tuyo es lo que me mantiene en vela...
Descansa mi niña... prometo cuidar a tus pequeños.
Te quiero Thai.
Ana