Puedo hundirme, pero no dejaré de agarrar fuerte la cuerda de mi propia dignidad, que no me eleva, pero está ahí para que trepe por ella...
Y treparé, con las manos heridas, los ojos cansados y el alma abierta. Treparé hasta la cúspide de la cima incierta, de los propósitos latentes, de las consecuencias venideras... colocaré, por mis sueños, mi bandera.