¿Que mis ojos te supliquen que me sigas mirando, y mis labios imploren de tu boca los besos, que mi piel sea cartón sin tu tacto?
"Déjate llevar" susurran las serpientes fingiendo ser seres humanos... en este paraiso corrompido...
La tentación de quererte es demasiado fuerte para un ángel de alas rotas y rodillas magulladas que chascan a cada paso. Ángel, pecador inocente, que ya comió de manzanas atestadas de gusanos... aunque en tí no vi ni larvas, sólo sed y yo reboso agua salada...
¡Qué lucidez sin sentido hizo brillar los ojos pardos de quien ve a la vez la sirena que se echó a volar y el ángel que se va enterrando, revelarse de sus reglas sin soltarte de la mano!
Y así dos seres en una piel, sumisos sin ser pasivos, al macabro juego de no prometer -porque perdidos ganamos- sin propósito alguno (si acaso compartir lo que se va restando), aceptamos.