El andén desierto de una estación de metro. El próximo tren, uno de los últimos, pasará en diez minutos. Las corrientes de aire seco se alternan, frío, calor, y la luz de un tubo fluorescente parece que va a fundirse, acercando y alejándome el suelo gris de la mirada empañada. Sentada en el frío banco de piedra. El corazón agitado. Claustrofobia justificada, bajo tierra esperando. Y el maldito metro que no llega.
Resuenan pasos, con eco. Carreras precipitadas y risas al otro lado. Se jodió mi soledad.
Aparecen tras el pasillo, una pareja de adolescentes borrachos. No reparan en mi presencia, frente a ellos. Se besan apasionados, ella contra la pared sin oponer resistencia. Él presionándola con todo el cuerpo, y ríen alborotados.
Quiero quitar la vista, mirar a otro lado. Su felicidad etílica me desgarra. Pero el morbo me puede, me pregunto si se quieren, si se acaban de conocer, si será la última vez que se vean.
Me miro la muñeca y me acuerdo que me robaron el reloj. Ya viene el metro del andén contrario. Los chicos por fin separan sus cuerpos.
Entramos en el vagón. Él todavía lleva los labios manchados de mi carmín, y a mi me huelen las manos a su colonia, mezclada con tabaco. Nos sentamos y entrelazamos las manos. El vagón sigue parado. Me percato del andén de en frente, una mujer harapienta me mira con el ceño fruncido. Parece una mirada de odio, pero, ¿cómo va a odiarme, si no me conoce? Se le acercan dos hombres con el uniforme de seguridad. ¿Qué habrá hecho? Hablan, quieren cogerla, pero la mujer se zafa. Le agarran con fuerza. El tren echa a andar, y lo último que veo, antes de entrar en el túnel, es una mirada suplicante.
Hace frío en la calle, estos cabrones han vuelto a descubrir mis intenciones: quedarme a dormir dentro. ¡Malditos! Ahora tendré que buscar un cajero y en esta zona, llena de niñatos, a ver quién duerme un sábado por la noche. Camino mirando al suelo, no merece la pena levantar la vista y encontrarte a estos hijos de la noche, en plena fiesta, y ser objetivo de sus bromas burlonas.
Vamos llegando a mi parada, aun no me ha soltado las manos. Pero yo sé que no va en serio. Aunque me acompañe casi hasta mi casa, y luego tenga que darse la vuelta para volver con sus amigos.
En la próxima estación se baja, no sé si decirle algo. No sé si te llamo mañana va a ser muy precipitado. Tampoco quiero agobiarla. Pero, ¿y si ella no me llama? El último chupito de tequila me ha sentado fatal, y no puedo pensar con claridad. Me suelta la mano, y se levanta. Por inercia, me levanto, le doy el último beso. Ella me mira divertida. Quizá decir algo ahora sería romper el momento.
Ya nos veremos...eso es todo lo que me ha dicho...¡vaya fin de noche! y encima ahora la charla de papá por llegar dos horas tarde... ¿pero le volveré a ver?
Ya nos veremos le he dicho, hay que ser gilipollas para soltarle esa frase a una chica que te gusta, es la típica frase que molesta, y yo sin batería en el móvil para apuntar su número.
¡Ya nos veremos las caras, amiga! me grita agitando los brazos Alfredo, otro vagabundo. No me perdona que le haya robado el vino. Me ofreció sólo un trago, y me he negado a devolverle el cartón. Pero es que, o me emborracho o no soy capaz de conciliar el sueño, con todos estos niñatos entrando y saliendo...
Llego a casa, aguanto el chaparrón de papá que estaba despierto en el salón, jugando solo al ajedrez electrónico. Me voy a la cama, debería lavarme las manos, pero si lo hago perderé su olor. Quiero soñar con él, con sus ojos, con su sonrisa, con las cosas que me ha dicho.
Vuelvo al bar donde están o creo que siguen mis amigos. Al doblar la esquina veo que dentro de un banco hay jaleo, miro de reojo, pues parece una pelea entre vagabundos. Un hombre tira a una mujer de los pelos, y la zarandea hasta sacarla a la calle. La tira al suelo. Ella gime, y a mi me da pena, pero también miedo. Me acerco. Le ayudo a levantarse.
__ Eres un mentecato que no sabe lo que quiere...siempre con tus dudas...la has dejado marcharse, que sepas que la has perdido para siempre. Después de esta noche, todo ha acabado, tenlo claro.
La suelto... ella tiene razón, la he perdido... ¿cómo he podido ser tan imbécil?
Un chico me ayudó cuando me peleaba con Alfredo, no pude darle las gracias pues me soltó y salió corriendo... mientras yo juraba a Alfredo que nuestra amistad se había terminado. Mira que tirarla del pelo...a la que fue su confidente, su compañera... mira que tirarme del pelo...
Hoy, ya lunes, mendigo tirada en las escaleras de la boca de Metro de Ríos Rosas. Hay un joven que espera, apoyado en la barandilla. Lleva las mismas horas que yo, me resulta familiar, pero veo tanta gente a diario, que ya confundo las caras.
Ella tiene que coger el metro para ir a clase. Si la espero aquí seguro que la veo. Así puedo disculparme por no haberme despedido como ella merecía. Y pedirle el teléfono y que volvamos a quedar.
Hoy Lunes, vuelta al colegio... con el uniforme, llevo heladas las piernas. Al fondo la estación de Ríos Rosas, y un hervidero de gente que entra y sale. Una mujer en el suelo, con un cartel pidiendo. Y mis manos ya perdieron su perfume...
Por ahí viene. Voy a besarla...
Por ahí viene una chica, seguro que tiene algo...