Escondido en un escote, escocido el corazón embistiendo embrutecido,
se estremece de escarmientos, sintiéndose estorbo, embriagado de emboscadas, envasado de evasivas.
Ahora esparce despedidas, ha decidido enviudar. Voluntariamente, sin intención de zaherir.
Sin voluntad de engañar. Sin pretensión de envidiar a los que laten embelesados, escapando de esperas, esperanzados.
No hay esmalte que embellezca las estrías ni que vuelva esbeltas las escaras, cuando la estima ha caído en una espiral de derrota. Se esfuman los escenarios reconocibles tras la espesa espuma de la incertidumbre.
Desazonado, compone esquemas, escribe con signos ininteligibles, abandonado a la incomprensión ajena. Y se establece en su propio espanto, sin escurrirse. Exhumándose a sí mismo de un rojo cada vez más oscuro. Cada vez más parduzco, más oxidado. Exhausto de envites que nada le reportaron mas que sentirse estafado.