Luchaban, desesperados, los ojos cerrados por volverse a abrir.
Y los párpados como losas aplastaban una mirada demasiado triste.
La fábrica de lágrimas hacía horas extras y la ojera, convertida en bolsa, no podía crecer más mientras amenazaba con derramarse sobre el labio contraído.
Nadie sabe que la pena que otro siente hacia sí mismo es peor que la muerte cuando la sensación de fracaso lastra cualquier movimiento, con la agonía de respirar sólo por supervivencia.
La pereza, el tedio, la amargura crecen ganando terreno y la
soledad es el mejor premio al que deseas optar.
Todos pueden opinar ahora, al pasado no lo cambian las palabras... Los consejos no curan si uno no tiene la intención de sanar, pero hay quien está dispuesto a cometer
el milagro de escuchar sin emitir juicios.
Cuando hube muerto y en vez de silencio todo se volvió ruido. Tormento.
Cuando hube muerto y me sentí intimidada. Miedo.
Cuando hube muerto y llegaron los besos. Tarde.
Cuando hube muerto y seguí la luz que más brillaba...
Vida.
Y los párpados como losas aplastaban una mirada demasiado triste.
La fábrica de lágrimas hacía horas extras y la ojera, convertida en bolsa, no podía crecer más mientras amenazaba con derramarse sobre el labio contraído.
Nadie sabe que la pena que otro siente hacia sí mismo es peor que la muerte cuando la sensación de fracaso lastra cualquier movimiento, con la agonía de respirar sólo por supervivencia.
La pereza, el tedio, la amargura crecen ganando terreno y la
soledad es el mejor premio al que deseas optar.
Todos pueden opinar ahora, al pasado no lo cambian las palabras... Los consejos no curan si uno no tiene la intención de sanar, pero hay quien está dispuesto a cometer
el milagro de escuchar sin emitir juicios.
Cuando hube muerto y en vez de silencio todo se volvió ruido. Tormento.
Cuando hube muerto y me sentí intimidada. Miedo.
Cuando hube muerto y llegaron los besos. Tarde.
Cuando hube muerto y seguí la luz que más brillaba...
Vida.
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